Le
llaman «Big E» (la E grande). Y es que desde un punto de vista militar,
casi todo lo relacionado con el portaaviones «USS Enterprise» resulta
mayúsculo, superlativo y bastante extraordinario. Es el buque más largo
en el inventario de la Armada de Estados Unidos y también el más
veterano, pero sobre todo fue el primero propulsado con ayuda de
reactores nucleares. Sirvió para «repescar» al astronauta John Glenn
tras su histórica órbita a la Tierra. Y por supuesto, no se ha perdido
ninguno de los frentes calientes de la Guerra Fría y posteriores
conflictos. Además de haber servido a Hollywood como realista decorado
de 80.000 toneladas para el rodaje de la película «Top Gun».
Aunque
inicialmente estuvo pensado para durar 25 años, sucesivas
modernizaciones han permitido prolongar su vida útil durante medio
siglo. Pero su mantenimiento y constantes reparaciones a la medida —hace
tiempo que no quedan piezas de recambio— resulta cada vez más costoso,
la tecnología cambia y su «The End» oficial se encuentra ya a la vista.
El segundo domingo de marzo partió de su base habitual en Norfolk,
Virginia, con destino a Oriente Próximo. Un último despliegue de siete
meses de duración y con múltiples frentes abiertos, desde las ambiciones
nucleares de Irán a los piratas de Somalia pasando por la catástrofe
humanitaria de Siria.
Futuro portaaviones de Estados Unidos clase «Gerald R. Ford»
Aunque las amenazas puedan resultar nuevas, la disuasión que representa el «USS Enterprise» resulta bastante familiar. Desde la Segunda Guerra Mundial, y con toda la gloria alcanzada contra los japoneses en la batalla de Midway, los portaaviones se han convertido en herramienta militar favorita para Estados Unidos, con una decena en servicio activo y otros dos de la nueva clase «Gerald R. Ford» en construcción. Según estimaciones de la Navy, en un ochenta por ciento de escenarios internacionales de violencia, la respuesta previsible de Washington ha sido enviar uno o más portaaviones.
Este
tipo de buques «es un lujo que solo se pueden permitir los americanos»,
explica el almirante Gonzalo Rodríguez González-Aller. A su juicio, «no
es que Estados Unidos, como los británicos en su día, disponga de una
Navy superior a los dos siguientes, es que tienen una Armada superior a
todas las demás. Ellos son conscientes de que la hegemonía económica se
apoya sobre el control del mar. Y su gran baza son los portaaviones con
los que además son capaces de proyectar poder naval sobre tierra. El
resto de las naciones ya no aspira a tener portaaeronaves de estas
características».
Director
del Museo Naval en Madrid, el almirante destaca que el «USS Enterprise»
supuso una innovación muy importante al introducir la energía atómica
en la propulsión de un portaaviones, opción hasta entonces limitada a
submarinos. El resultado, según González-Aller, «cambió la estrategia
marítima» al hacer realidad «una ciudad flotante, aeropuerto y fortaleza
con posibilidad de desplegarse en muy poco tiempo hasta cualquier parte
del mundo sin necesidad de repostar».
En
todo ese exhibicionismo estratégico, el «Enterprise» ha estado en
primera fila. Junto a los cruceros nucleares «Long Beach» y
«Bainbridge», protagonizó en el verano de 1964 la operación «Sea Orbit»:
dar la vuelta al mundo sin reabastecerse de combustible. Salieron de
Gibraltar un 31 de julio y en 65 días cubrieron una distancia de casi
49.000 kilómetros, bajo el lema «Poder nuclear para la paz». Una edición
actualizada para la era del átomo de la circunnavegación ordenada por
Theodore Roosevelt a la flota blanca de acorazados de vapor a comienzos
del siglo XX.
Como
ha reconocido el contralmirante Walter Carter, comandante del grupo de
combate encabezado por el «USS Enterprise», «para servir en este barco,
ciertamente hay que ser consciente de su historia». Una trayectoria que
se remonta a la crisis de los misiles en octubre de 1962, cuando el
presidente Kennedy ordenó una preventiva «cuarentena» de todo el tráfico
aéreo y marítimo con destino a la isla de Cuba al descubrirse el
amenazador despliegue de misiles nucleares de la Unión Soviética en
connivencia con el régimen castrista.
Después
vendría la guerra de Vietnam, en la que la dotación de aviones del
«Enterprise» formaron parte de los ataques aéreos contra los comunistas
de Hanoi. Al final de ese conflicto, con la caída de Saigón en abril
1975, el portaaviones participó en la operación «Viento Frecuente» para
evacuar a miles de vietnamitas en busca de un desesperado santuario. Y
por supuesto, tras la ofensiva terrorista del 11-S, este trabajado
portaaviones fue el primero utilizado para exigir responsabilidades.
Según el contralmirante Carter, «con cincuenta años de servicio, nunca
hemos tenido en nuestra historia un barco de guerra tan longevo».
Cuando
se utilizó el «Enterprise» para rodar «Top Gun» en los ochenta, los
productores dejaron como recuerdo unos dados de peluche de color negro.
Detalle que todavía se conserva a bordo del portaaviones. Aunque en caso
de que Hollywood quisiera rodar una segunda parte, tendrán que buscarse
otro barco. Ya que a su vuelta en otoño —tras completar su despliegue
número 22— le espera un laborioso proceso de desguace. Primero, cerca de
los astilleros donde se construyó en Virginia, se le retirarán sus
propulsores nucleares. Y lo que quede será remolcado hasta las costas
del Estado de Washington para convertirse en chatarra.
Fuente: http://loquetengaqueser.blogspot.com
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