En
2015 el Centro Estatal de Investigación Krylovsky, un ‘think tank’
oficial ruso de carácter naval, presentó en la Expo Internacional de
Defensa Marítima de San Petersburgo la maqueta de un futuro superportaaviones nuclear para la marina rusa.
Ahora, hace solo unas semanas, el vicealmirante Viktor Bursuk, segundo
comandante en jefe de la Armada rusa, confirmó que el proyecto sigue
adelante, el enorme buque se construirá. Lo que Rusia no dice es que es todo un sueño.
Por razones tecnológicas, económicas y estratégicas, lo más probable es
que el proyecto de crear el próximo superportaaviones se quede en eso,
un sueño que nunca llegará a navegar. El proyecto original del centro Krylovsky se llama 23000E Shtorm (tormenta, en ruso), y es una bestia.
Se trata de un buque de 330 metros de eslora y más de 40 de manga con
un desplazamiento superior a las 100.000 toneladas y cuenta con una
cubierta de vuelo en ángulo para permitir el despegue y aterrizaje
simultáneo de aviones, aunque a diferencia de los buques equivalentes de
EE UU como las clases Nimitz y Ford añade una rampa de despegue ’sky
ramp’.
El buque contaría con cuatro catapultas, dos de vapor y dos de tipo EMALS, y de un sistema de frenado de aterrizaje. La superestructura está dividida en dos torres separadas como en la clase Queen Elisabeth británica, y hay cuatro ascensores para la comunicación con el hangar, tres en el lado de estribor (delante, entre y detrás de las torres de control) y otro en el de babor. El buque contaría con una tripulación de alrededor de 4.000 marinos y aviadores y tendría capacidad para entre 80 y 90 aviones y helicópteros. En la maqueta, el ala embarcada aparecía formada por aviones MiG-29K y una versión naval del furtivo T-50, además de helicópteros de varios tipos. Al disponer de catapultas, el portaaviones tendría la capacidad de llevar aviones pesados, lo cual se subrayó mostrando sobre cubierta varios aviones de alerta temprana similares a los Grumman E-2 Hawkeye que protegen a los buques equivalentes estadounidenses y francés.
El
proyecto original era de propulsión convencional y se pretendía que
alcanzara los 30 nudos, aunque se contemplaba la posibilidad de añadir
un sistema de propulsión nuclear: en las últimas versiones se habla ya
de dos reactores atómicos, lo que liberaría grandes cantidades de
espacio para combustible de aviación, municiones y pertrechos, ampliando
su utilidad militar. El 23000E Shtorm no incluía armamento propio
más allá de sistemas de defensa antiaérea local, por lo que precisaría
de un nutrido grupo de escoltas para proporcionarle protección
antiaérea, contra buques de superficie y submarinos. Un grupo de combate
centrado alrededor de uno de estos buques tendría capacidad de
proyección mundial y una seria pegada. La marina rusa, y antes la
soviética, nunca dispusieron de este tipo de capacidad, aunque durante
la Guerra Fría la URSS desarrolló un plan de progresiva creación de un grupo de combate oceánico. Los diseños soviéticos eran distintos a los occidentales,
basándose en añadir cubiertas de vuelo cada vez mayores a cruceros de
misiles fuertemente armados con gran potencia antibuque, aún sin su
aviación.
El Ulyanovsk estaba basado en el viejo Proyecto OREL e iba a tener alrededor de 75.000 toneladas de desplazamiento
Barcos
como los portahelicópteros con misión antisubmarina de la clase Moskva
(dos ejemplares), los cruceros de misiles con aviones de despegue
vertical de la clase Kiev (cuatro ejemplares) y por fin los portaaviones medianos con rampa de despegue
de la clase Kuznetsov (uno en servicio en Rusia, otro transformado en
el Liaoning chino) eran etapas para el desarrollo de los primeros
superportaaviones nucleares soviéticos de la clase Ulyanovsk, uno de los cuales comenzó a construirse a finales de los años 1980. El
Ulyanovsk estaba basado en el viejo Proyecto OREL e iba a tener
alrededor de 75.000 toneladas de desplazamiento y la capacidad de llevar
alrededor de 60-70 aviones: más grande que los Kuznetsov o que el Charles de Gaulle francés
pero aún más pequeño que un Nimitz. El casco llegó a estar construido
en un 40%, pero fue desguazado tras el colapso de la URSS, y con él
desapareció el sueño de un grupo de combate de alcance oceánico.
En la actualidad lo único que tiene la marina rusa es el venerable Kuznetsov, cuyo papel en su reciente incursión a aguas sirias ha demostrado sus limitaciones y también ha subrayado la utilidad potencial de esta capacidad militar. En el Pacífico, China ha convertido a su gemelo Varyag en el Liaoning, primero de sus portaaviones, y la propia Rusia transformó el Admiral Gorskhov, uno de los cruceros clase Kiev, en el portaaviones INS Vikramaditya. Esto y un par de cruceros de aviación transformados en museos en China (Kiev y Minsk) es todo lo que queda de los ambiciosos planes de la época soviética. Hay indicaciones de que esto seguirá así, diga lo que diga la marina rusa.
El sueño imposible
Lo cierto es que la utilidad de un grupo de ataque oceánico centrado en portaaviones para una potencia terrestre como es Rusia es más que discutible. La prioridad estratégica de Moscú es y ha sido siempre la protección de sus propias fronteras, una idea que la historia justifica. Al tratarse de un territorio continental cuyas fronteras no están protegidas por barreras naturales, Rusia siempre es susceptible de ser atacada, y de hecho lo ha sido en demasiadas ocasiones. La última vez, en la Segunda Guerra Mundial, sobrevivir al ataque le costó a la Unión Soviética alrededor de 20 millones de muertos. De ahí que la capacidad de proyección mundial, aunque interesante para el carácter de superpotencia de un país, no sea vital para los intereses rusos. Y la importancia estratégica es clave, sobre todo en tiempos de apuros económicos como los que ahora padece Rusia. El coste de un proyecto como el 23000E Shtorm superaría los 5.000 millones de dólares que la economía del país difícilmente puede dedicar a empeños de prestigio.
Rusia pasa por malos tiempos tras el descenso de los precios del petróleo, y esto se ha reflejado en importantes recortes de sus presupuestos militares. El de 2017 se redujo un 25% con respecto al del año anterior, lo cual obliga a establecer cuidadosamente las prioridades de inversión. En especial si se tiene en cuenta que los costes de un grupo de combate de portaaviones van mucho más allá del propio buque: la formación y mantenimiento de la tripulación o los costes asociados al grupo de escoltas necesario (que la marina rusa hoy no podría proporcionar) superan en mucho al precio de adquisición. En Rusia se conoce como samopiar (o autopromoción) a esta costumbre de anunciar desarrollos que en realidad no tienen respaldo con el fin de generar demanda. Ahora mismo el país no puede siquiera afrontar una modernización profunda de su único portaaviones, el Kuznetsov, que va a ser reparado en los próximos años pero no recibirá equipamiento actualizado.
Lo cierto es que la utilidad de un grupo de ataque oceánico centrado en portaaviones para una potencia terrestre como es Rusia es más que discutible. La prioridad estratégica de Moscú es y ha sido siempre la protección de sus propias fronteras, una idea que la historia justifica. Al tratarse de un territorio continental cuyas fronteras no están protegidas por barreras naturales, Rusia siempre es susceptible de ser atacada, y de hecho lo ha sido en demasiadas ocasiones. La última vez, en la Segunda Guerra Mundial, sobrevivir al ataque le costó a la Unión Soviética alrededor de 20 millones de muertos. De ahí que la capacidad de proyección mundial, aunque interesante para el carácter de superpotencia de un país, no sea vital para los intereses rusos. Y la importancia estratégica es clave, sobre todo en tiempos de apuros económicos como los que ahora padece Rusia. El coste de un proyecto como el 23000E Shtorm superaría los 5.000 millones de dólares que la economía del país difícilmente puede dedicar a empeños de prestigio.
Rusia pasa por malos tiempos tras el descenso de los precios del petróleo, y esto se ha reflejado en importantes recortes de sus presupuestos militares. El de 2017 se redujo un 25% con respecto al del año anterior, lo cual obliga a establecer cuidadosamente las prioridades de inversión. En especial si se tiene en cuenta que los costes de un grupo de combate de portaaviones van mucho más allá del propio buque: la formación y mantenimiento de la tripulación o los costes asociados al grupo de escoltas necesario (que la marina rusa hoy no podría proporcionar) superan en mucho al precio de adquisición. En Rusia se conoce como samopiar (o autopromoción) a esta costumbre de anunciar desarrollos que en realidad no tienen respaldo con el fin de generar demanda. Ahora mismo el país no puede siquiera afrontar una modernización profunda de su único portaaviones, el Kuznetsov, que va a ser reparado en los próximos años pero no recibirá equipamiento actualizado.
Ni siquiera una potencial venta a la India, a la que se ha ofrecido el proyecto, podría compensar en el futuro inmediato la falta de dinero disponible. Aparte de que después de la saga del INS Vikramaditya,
cuya conversión desde el crucero Admiral Gorshkhov conllevó retrasos de
casi una década y un sobrecoste final de casi el 300% sobre el precio
convenido, y la decisión india de desarrollar sus propios diseños (INS
Vikrant, en construcción; superportaaviones nuclear INS Vishal,
en planificación) es muy dudoso que volviera a confiar en sus
proveedores rusos. Al menos en lo que a este tipo de barcos se refiere.
Ningún astillero ruso tiene la capacidad de construir un casco de ese tamaño (por encima de las 60.000 toneladas)
La
realidad es que aunque de alguna manera se pudiese ‘vender’ la
necesidad estratégica y con ello conseguir el dinero, el proyecto 23000E
Shtorm tal y como está supera las posibilidades de la industria naval rusa,
al menos las actuales. Todos los buques de aviación anteriores de la
URSS incluyendo el Ulyanovsk se fabricaron en los astilleros 444 de
Nicolayev (Black Sea Shipyard),
situados en Ucrania; hoy un país independiente y con serias tensiones
con Rusia, por lo cual sus instalaciones no están disponibles.
Ningún astillero ruso tiene la capacidad de construir un casco de ese tamaño (por encima de las 60.000 toneladas) por lo cual habría que encarar primero la ampliación de alguna de estas instalaciones, lo cual lleva tiempo. Otra opción potencial sería construir el buque en dos piezas y después juntarlas en el dique seco del astillero de Shevmash, único con suficiente capacidad, aunque nunca se ha llevado a cabo una operación de estas dimensiones. El coste de cualquier ampliación se sumaría al del barco. En otros aspectos, la industria rusa también se encuentra con problemas. Una importante parte de la industria militar soviética se encontraba en la región ucraniana del Dombass, actualmente en plena guerra separatista; sobre todo empresas de armamento y electrónica. Rusia debería desarrollar sus propios equivalentes para compensar su ausencia. El desarrollo de las catapultas electromagnéticas EMALS le ha costado lo suyo a los EE UU y a China, que aún no está claro vaya a usarlas en sus próximos buques.
Además, el diseño pretende usar dos reactores nucleares para su propulsión basados en los que van a equipar a los futuros destructores clase Lider cuya construcción estaba previsto comenzar entre 2018 y 2019. Pero los Líder se han pospuesto al menos seis años (hay quien dice que 'sine die'), por lo que su planta nuclear no estará disponible antes de, como pronto, 2020. Esto supone que en el mejor de los casos Rusia podría disponer de su primer 23000E Shtorm hacia 2025, si es que para entonces su conocimiento institucional de aviación naval no se ha atrofiado y desaparecido por falta de uso. Lo más probable es que, a pesar del samopiar del centro Krylovsky y de las palabras del vicejefe de la flota rusa, el superportaaviones nuclear ruso se quede en poco más que un interesante proyecto. (Jesús.R.G.)
Fuente: http://www.elconfidencial.com/
La necesidad es la madre del ingenio,por lo que yo no prejudgaria la capacidad de ningun pais y menos de una gran potencia.Que a rusia le conviene de toda la vida invertir en su fuerza terrestre y aerea por encima de todo,totalmente cierto,pero de ahi a decir que no son capaces de llevar a cabo la iniciativa es otro cantar,tambien decian que con la recesion que tuvo en 2014 seria imposible que fuera capaz de intervenir en siria y al final fijaos lo que ocurrio y lo que ha llegado a conseguir.Yo hay otro factor que tambien tendria en cuenta y es que aparte de que logicamente un proyecto tan ambicioso no lograria verse realizado hasta casi 2030,es probable que el desarrollo en otras areas tecnologicas haga dicha empresa ya obsoleta y se apueste por otra estrategia mas util.Esa teoria para mi tiene mas sentido.
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