¿Ha comenzado el desmoronamiento del régimen sirio?


Ya es larga la lista de altos cargos políticos y militares que desde que comenzaron las revueltas populares en Siria, hace 17 meses, han abandonado al presidente Bashar El Assad. Para las fuerzas rebeldes opositoras, así como para algunas cancillerías occidentales, la ola de deserciones entre antiguos jerarcas no es más que la muestra palpable de que el régimen sirio se está desmoronando y que Assad está perdiendo el control del país. Sin embargo, y pese a su importancia mediática, es preciso matizar el significado real y las consecuencias de estas deserciones, a la vista de los apoyos con los que sigue contando Assad, tanto en el interior como en el exterior de Siria. El ex primer ministro sirio, Farid Hijab, al igual que la práctica totalidad de los desertores, es sunita, credo que profesa el 70 por ciento de los sirios y en el que la oposición encuentra su apoyo mayoritario, sobre todo en las áreas rurales. Sin embargo, ningún alauí, minoría próxima al chiismo y a la que pertenece Assad, ha abandonado al régimen. Y es precisamente en el circulo alauí más intimo que rodea a Assad donde reside el verdadero poder del régimen. 

Por ello, las muertes del ministro de Defensa Dawood Rajha, su adjunto Assef Shawkat y el asistente del vicepresidente Hassan Turkmani, tras un ataque con bomba de los opositores el pasado mes de julio, deben ser consideradas mucho más devastadoras para el gobierno que cualquiera de las deserciones ocurridas hasta la fecha. Los alauíes sirios, el 13 por ciento del total de la población, temen que una llegada al poder de los sunitas suponga una oleada de represalias por los años de apoyo prestados a Assad. Así, siguen secundando al régimen y, a medida que aumente la violencia, la cohesión y la voluntad de lucha de la población alauí se fortalecerán. Por otro lado, el esfuerzo principal de la represión está siendo llevado a cabo por la Guardia Republicana y la 4ª División Mecanizada, compuestas y comandadas casi íntegramente por alauíes. Sus 50 mil efectivos, muy bien armados y adiestrados, constituyen una fuerza militar formidable. 

También parece estar asegurada la lealtad de la fuerza aérea y de la policía secreta siria, la Mukhabarat, ambas dirigidas por miembros de esa minoría. Aunque sin el fanatismo alauí, también la mayor parte de los cristianos sirios continúa del lado del Gobierno. Este respaldo radica en su desconfianza en la mayoría sunita, en la creencia de que un régimen laico, como el de Assad, constituye un seguro contra cualquier exceso fundamentalista. A la vista de la situación que viven los cristianos en Egipto o en Irak, las preocupaciones de esta minoría en Siria no parecen descabelladas. En el vecino Líbano, destacadas figuras de la comunidad cristiana, entre ellas el patriarca maronita Beshara Rai, se han declarado partidarios de Assad. Pero no sólo en el interior de Siria el régimen sigue contando con suficientes apoyos para continuar la lucha por su supervivencia. 

De igual forma, en el plano internacional Assad dispone de sólidos aliados. En primer lugar, Irán y la milicia chií libanesa Hizbulá también siguen apoyando sin fisuras al régimen sirio. Durante años, Siria ha constituido el puente de Irán con el mundo árabe y un socio estratégico crucial en la lucha contra Israel. En una reciente visita a Damasco, Said Jalili, secretario del Consejo Supremo de la Seguridad Nacional iraní, afirmó que Teherán no permitirá la ruptura del "eje de la resistencia" contra Israel, considerando que Siria es la pieza clave. Por otro lado, Rusia, con el apoyo de China, sigue negándose a una intervención militar extranjera similar a la ocurrida el año pasado en Libia y, por el momento, sigue cubriendo diplomáticamente al gobierno sirio y suministrando armas y repuestos esenciales para que el régimen pueda continuar con la lucha armada. 

Para Moscú, la caída de Assad, un aliado e importante socio comercial, haría disminuir su influencia en Oriente Próximo. No hay que olvidar que Rusia mantiene en el puerto sirio de Tartus su única base naval en el extranjero. Los rusos parecen estar convencidos de que cualquier nuevo gobierno sirio revisará las privilegiadas relaciones bilaterales entre ambos estados. En conclusión, Assad no caerá fácilmente. El carácter sectario del conflicto, por un lado, y la pugna geopolítica entre potencias rivales, por otro, explican la resistencia el régimen sirio. Ni la salida negociada de Assad o su derrocamiento por la fuerza parecen, hoy por hoy, escenarios probables. Desgraciadamente, Siria parece abocada a un largo conflicto, en el que, a medida que transcurran los meses y la oposición vaya ganando fuerza con apoyo exterior, el régimen perderá la capacidad de control del conjunto del territorio. La radicalización y fragmentación del país, la temida "libanización", puede ser el desenlace final. 

Fuente: http://www.revistatenea.es/

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