Nuevo intento por acabar con la polémica base militar de EE UU en Okinawa.

El buen sabor de boca dejado por el papel de las Fuerzas Armadas estadounidenses en las tareas de rescate y reconstrucción tras el terremoto/tsunami de Japón (Operación Tomodachi) y los continuos incidentes entre China y sus vecinos podrían abrir una ventana para solucionar el contencioso de Futenma, la polémica base militar estadounidense en la isla de Okinawa. Al menos así parece a juzgar por la propuesta que acaban de presentar tres senadores norteamericanos, una propuesta que no es del todo nueva porque se trata de un plan ya discutido, y rechazado, en diversas ocasiones durante los últimos años.

 Antes de entrar en detalles, hay que destacar dos aspectos clave. En primer lugar, la 
iniciativa parte de destacados senadores de ambos partidos, es decir, es una propuesta de estado. Firman el plan los demócratas Carl Levin, presidente de la Comisión de las Fuerzas Armadas, el también demócrata Jim Webb, presidente de la Subcomisión de Asia Oriental y el Pacífico de la Comisión de Asuntos Exteriores, y John McCain, líder republicano en la Comisión de las Fuerzas Armadas. Además de que todos son expertos en seguridad y defensa, los dos primeros visitaron Japón en abril, incluyendo a Okinawa en su ruta.

En segundo lugar, la propuesta de los senadores aparece en un momento en que se vuelve a debatir con fuerza la frontera entre los poderes del legislativo y del ejecutivo en Estados Unidos en el campo de la seguridad y la defensa. El motivo es la intervención en Libia, que ha superado ya los 60 días marcados por la War Powers Act sin que se haya aprobado ni una declaración de guerra ni una proposición del Congreso apoyando la participación de las fuerzas norteamericanas en el conflicto. 

Esta situación, que de prolongarse supondría una reforma constitucional de facto, parece ser que finalmente se reconducirá mediante la pertinente resolución, pero en todo caso la intervención de los tres senadores en el caso de Futenma es un recordatorio que, sin perjuicio de los amplios poderes presidenciales en este campo, el Congreso, y más concretamente el Senado, tiene un notable papel en la política de seguridad y defensa de Estados Unidos. Se equivoca por ello cualquier país que limite su política exterior en relación a Washington a los contactos con la Casa Blanca, sin promover simultáneamente una buena relación con ambas cámaras.

Nada nuevo
La propuesta consiste básicamente en trasladar las funciones de Futenma a la base de Kadena, situada también en Okinawa, transfiriendo algunas de las unidades actualmente alojadas en ésta última a la base aérea de Andersen, en Guam, así como a otras bases norteamericanas en Japón. Es decir, se trataría de reorganizar las bases ya existentes para clausurar Futenma, sin necesidad de construir una nueva en la costa del distrito de Henoko, cerca de la ciudad de Nago, una zona menos congestionada de la isla. El actual acuerdo entre Washington y Tokio contempla la construcción de unas nuevas instalaciones, pero su ejecución se encuentra bloqueada por la oposición local, incluida la del alcalde de Nago, Susumu Inamine.

Además de haber sido rechazada en el pasado, la propuesta de los senadores tropieza con dos obstáculos. En primer lugar, la oposición local alrededor de la base de Kadena, motivada principalmente por la contaminación acústica que provoca, que podría verse incrementada si absorbiese la mayor parte de las actuales funciones de Futenma. En segundo, las reticencias de muchos responsables militares norteamericanos a albergar en un mismo espacio aviones de la Fuerza Aérea y del Cuerpo de los Marines.

Espina clavada
Bases norteamericanas en Okinawa
 


Aunque la mayoría de expertos coinciden en señalar que la alianza entre Washington y Tokio continuará siendo la pared maestra de la política de seguridad y defensa de ambas capitales en Asia Oriental, ello no es óbice para que el traslado de la base de Futenma continúe siendo un obstáculo de difícil solución, que amenaza con envenenar las relaciones bilaterales.
Es por ello que a medida que se suceden las negociaciones, propuestas, contrapropuestas, y protestas populares, se va elevando la preocupación en círculos de seguridad nacional 
norteamericanos y nipones que no quieren que una disputa puntual repercuta negativamente en una relación clave no solamente para ambos países, sino para el conjunto asiático en un momento complejo como el actual. Dificulta la resolución del problema la diferente percepción del mismo en Okinawa y el resto de Japón. Mientras que para Tokio se trata de una cuestión de política exterior y de seguridad y de defensa, muchos ciudadanos y políticos locales están preocupados por problemas como la contaminación acústica provocada por los vuelos militares o la falta de terrenos para lanzar nuevas industrias. Ello no significa, naturalmente, que no haya también muchos habitantes locales favorables a la presencia norteamericana.

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