Obama presenta hoy un 'plan Marshall' para el mundo árabe.

 
Barack Obama presentará hoy un plan Marshall de varios miles de millones de dólares de ayuda económica para el norte de África y Oriente Próximo con objeto de robustecer los Gobiernos resultantes de la ola de protestas que en estos momentos se extienden en la región. El presidente norteamericano llevará la semana próxima esa iniciativa a la reunión del G-8 en Francia en busca de una acción colectiva en la misma dirección por parte de las principales potencias mundiales.

Este plan de asistencia de Estados Unidos, que incluye la condonación de 1.000 millones de dólares de deuda, la aprobación de nuevas líneas de crédito y la reprogramación de algunas ya existentes, será parte de la nueva política que Obama ofrecerá al mundo árabe, en un discurso muy esperado en el que abordará el escenario histórico que se vive tras el estallido revolucionario y la muerte de Osama bin Laden.

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, no quiso ayer dar detalles específicos sobre ese discurso, pero afirmó que "el presidente ve la situación en Oriente Próximo y el norte de África como una gran oportunidad para Estados Unidos y para los norteamericanos". El plan de ayuda, según otras fuentes oficiales, incluirá proyectos concretos para Egipto y Túnez, los dos países cuyos regímenes han sido ya derribados por movimientos populares, y otras propuestas para las naciones que actualmente intentan seguir ese camino.

La Administración norteamericana teme que el deterioro de las condiciones económicas, ya apreciable en Egipto, pueda hacer aún más difícil la consolidación de sistemas democráticos en una región en la que el alzamiento ciudadano provoca otras muchas incertidumbres. En su reunión del martes con el rey Abdalá de Jordania, uno de los que promueve reformas democráticas, el presidente estadounidense anunció ayudas económicas para respaldar a ese país en ese proceso.

Obama pronunciará su discurso en un momento especialmente delicado de la crisis en el mundo árabe. Desde que la Casa Blanca anunció esta intervención, se han producido violentos choques religiosos en Egipto, enfrentamientos entre el Ejército israelí con palestinos que trataban de cruzar sus fronteras y un agravamiento de la represión en Siria. Paralelamente, se ha agudizado la tensión entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina que, lejos de aproximarse al diálogo, pueden llegar a un choque de trenes si la Asamblea General de la ONU reconoce en septiembre un Estado palestino.

El presidente norteamericano intentará armonizar esos ingredientes para evitar que lo que surgió como un hermoso esfuerzo de democratizar el mundo árabe desde la base degenere en conflicto global en una de las regiones más estratégicas del mundo.

Obama va a apoyar la sustancia de esas protestas y va a condenar a los Gobiernos que las reprimen, especialmente el de Siria, sobre el que hasta ahora ha actuado con gran prudencia. Esa táctica contemplativa con el Gobierno de Damasco parece haber acabado. El presidente firmó ayer una orden para la congelación de los fondos en EE UU pertenecientes al presidente Bachar el Asad y a seis de sus principales ministros por las violaciones de derechos humanos cometidas contra su propio pueblo.

Con estas sanciones, que incluyen la prohibición a ciudadanos norteamericanos de hacer negocios con las autoridades sirias, Washington rompe definitivamente con Asad, considerado hasta ahora una pieza esencial en el equilibrio de Oriente Próximo, y lo coloca en la lista de personajes en la región de los que es necesario prescindir. Se trata de un paso inesperado y arriesgado dada la enorme influencia de Siria en Líbano, los territorios palestinos y otros países, y su capacidad, por tanto, para sabotear cualquier acercamiento entre israelíes y palestinos.

Es incierto aún cómo de lejos irá Obama en la presentación de un plan de paz sobre ese conflicto en el discurso de hoy. La Administración está dividida sobre la idea de aportar una hoja de ruta concreta o meras ideas generales. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, es partidaria de lo primero, pero el Consejo de Seguridad Nacional se resiste a hacerlo.

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