En abril de 2003, comenzaron a evidenciarse algunas de las carencias tecnológicas de la Coalición. Los ejércitos se coordinaban mejor que nunca y los comandantes norteamericanos en Qatar y Kuwait tenían un ancho de banda 24 veces superior al que tenían en la Guerra del Golfo.
También se disponía de enlaces de alta capacidad para las unidades
sobre el terreno. Un nuevo sistema de seguimiento de vehículos marcaba
la localización de las unidades operativas e incluso permitía enviar mensajes de texto a los carros de combate.
Lo cierto es que algunas unidades sobrecargaban el ancho de banda de
las comunicaciones, las descargas tardaban horas y el software se
colgaba.
Los intelectuales militares llaman
“revoluciones en asuntos militares” a los cambios introducidos por
nuevas tecnologías, experiencias o doctrinas. Las tecnologías
individuales, como la pólvora o las armas nucleares, producen algunas de
estas revoluciones. Las doctrinas, como la organización napoleónica de los estados mayores o las tácticas alemanas de ‘Blitzkrieg’, producen otras. Otras provienen de sonoros fracasos y algunas pueden ser el resultado de muchos avances simultáneos. Para el Pentágono,
la nueva revolución era la llamada transformación de fuerza. La idea
era que vehículos .... (J.R.G.)
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