El control de Corea del Norte sobre sus ciudadanos se está debilitando.

«El control de Corea del Norte sobre sus ciudadanos se está debilitando»
El embajador surcoreano, Oh Dae-sung, durante la entrevista
Mientras los últimos siete empleados surcoreanos del complejo industrial de Kaesong, que hace pocas semanas acogía a más de 50.000 trabajadores del Norte y a unos 800 del Sur, negociaban los últimos detalles económicos antes de su salida, el representante del Gobierno de Seúl en España intentaba explicar lo ocurrido. «Hay cosas que no podemos entender; se perjudican a sí mismos», dijo sobre la retirada impuesta por Pyongyang a todos los trabajadores de un polígono gestionado conjuntamente por ambos países y en el que normalmente operan más de un centenar de empresas. La orden pretende ser una represalia contra Corea del Sur por las maniobras militares que han realizado sus tropas junto a soldados estadounidenses en la península durante el último mes. 

El discurso belicista del régimen norcoreano hacia sus vecinos no es algo nuevo. Se trata de un conflicto latente desde hace más de medio siglo, que ha ganado la máxima intensidad en los últimos meses, con el renovado desafío nuclear de Pyongyang —tras realizar en febrero su tercer test atómico—, y su rechazo a reconocer el armisticio firmado en 1953. «En vez de avances, lo que ha habido son pasos atrás», admite Oh Dae-sung, embajador de Corea del Sur en Madrid desde marzo de 2010, que pone como ejemplo el caso del polígono de Kaesong. Las palabras de Oh reflejan, sin embargo, la paciencia infinita que las autoridades surcoreanas parecen tener ante las sucesivas provocaciones del autoritario régimen del Norte. El Gobierno del Sur cuenta desde 1969 con un Ministerio de la Unificación, que el embajador define como «clave», y cuya función es «impulsar políticas para alcanzar una unificación pacífica». «A pesar de la tensión existente, nuestro Gobierno ha dejado en todo momento la puerta abierta al diálogo», explica Oh, que asegura que esa unificación pacífica «es lo que desea de la mayoría de los coreanos». 

«Muy poco probable» 
 Pese a las amenazas y advertencias del Norte, el Gobierno surcoreano ve «muy poco probable» que se desate una guerra en la península, debido principalmente al poder disuasorio de la alianza militar entre Estados Unidos y el Sur. «Corea del Norte no tiene capacidad para mantener una guerra total. Su régimen desaparecería por completo», indica el embajador. La labor de prevención aquí es vital. Oh ve «prácticamente imposible» que Pyongyang dé pasos hacia la guerra sin que éstos hayan sido detectados. Admite, sin embargo, que no se puede descartar la posibilidad de «un ataque imprevisto a nivel local». «En ese caso, estamos preparados para contraatacar», añade. Además de la confianza en su superioridad militar, Seúl considera que el permanente chantaje norcoreano —una especie de círculo vicioso, en el que tras las amenazas hay una negociación y una compensación a cambio de detener la escalada— no busca otra cosa que «fortalecer el endeble liderazgo de Kim Jong-un y consolidar el control sobre su población», además de lograr ventajas en las negociaciones con el Ejecutivo surcoreano. 

«El control de Corea del Norte sobre sus ciudadanos se está debilitando»
El acceso en la frontera al polígono de Kaesong, desierto tras la salida de todos sus trabajadores 
 
«Cada cambio de gobierno en Corea del Sur, es lo mismo», describe el representante diplomático con firmeza, pero sin perder la calma. El cierre de Kaesong, que genera cada año 80 millones de dólares (63 millones de euros) en sueldos para los trabajadores del Norte, supone una muestra más de cómo la dinastía comunista mantiene su régimen autoritario a través del sacrificio de la mayoría de sus ciudadanos. Aunque esos salarios van directamente al Estado, en lugar de a los bolsillos de los obreros, la población aún no se ha atrevido a rebelarse contra el régimen de Kim. «Es el país más aislado del mundo, el acceso a la información exterior está completamente controlado. Y tampoco existe una sociedad civil en sí misma», explica Oh, que ve inverosímil un levantamiento interno en el corto plazo. Sin embargo, el embajador surcoreano ve indicios de que «ese control sobre los ciudadanos se está debilitando». Gracias a la entrada de información externa, a través de la frontera con China y gracias a la expansion del uso de los «smartphones», «al régimen le resulta cada vez más difícil aislar a sus ciudadanos», asegura Oh, que cree, no obstante, que la posibilidad de una revuelta similar a las de la primavera árabe es impensable hoy en día. 

Tímido avance 
Corea del Sur no acaba de enterrar la esperanza de que Corea del Norte se convierta en un «miembro responsable de la comunidad internacional», renunciando a su programa nuclear y adoptando una política aperturista. «Sus amenazas les perjudican también a ellos, que sufren una grave escasez de alimentos y combustibles. El problema es que no escuchan a nadie», comenta Oh. 

El embajador sí valora como un avance el cambio de postura de China, que estaría empezando a ver como un obstáculo su relación con Corea del Norte. «Es el país que más puede influir en el régimen norcoreano», afirma, precisando que el cambio de parecer de Pekín responde más a sus intereses estratégicos en la región (que no aumenten las tropas estadounidenses, y evitar una escalada nuclear), que a la presión de la comunidad internacional.

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