La KCNA, agencia estatal de noticias norcoreana, publicaba al día siguiente de que Corea del Norte llevase a cabo su tercera prueba nuclear, un comunicado en el que se afirmaba que el impulso a su fuerza nuclear es “lo más justo para hacer añicos los movimientos de agresión de EEUU y conseguir la defensa de la paz en la península de Corea”. Después del nuevo desafío con el que Pyongyang ponía en jaque a toda la comunidad internacional, lo que Estados Unidos y sus aliados en Asia se preguntan es hasta dónde es capaz de llegar la capacidad nuclear de Corea del Norte. Porque más allá del ensayo realizado, lo que trae de cabeza a Washington, Tokyo y Seúl es si el régimen comandado por Kim Jong-Un tiene la capacidad suficiente de desarrollar armas nucleares enriquecidas con uranio. La detonación subterránea realizada el pasado día 12 de febrero en la base de Punggye-ri, ubicada al noreste del país, fue la primera del nuevo mandato del joven líder norcoreano, heredero de la dinastía Kim.
La bomba, según detalló la KCNA, “tenía una potencia más explosiva y ha utilizado un artefacto miniaturizado más ligero”. Con todo ello habría que considerar la posibilidad de que el régimen comunista esté tratando de desarrollar una ojiva nuclear que pueda transportarse en misiles de medio y largo alcance, lo que le daría una mayor proyección ofensiva contra sus enemigos más directos en la zona. Sin embargo, y a ojos de Pablo Sapag, profesor de historia de la Universidad Complutense de Madrid, Pyongyang “necesita unos recursos económicos que no tiene para fabricar una bomba de este calibre. Puede preparar una bomba con una capacidad alta, pero tener la capacidad de inyectar uranio a un misil balístico son palabras mayores. Si sumamos estos dos últimos ensayos por separado, podemos empezar a preocuparnos, pero habría que saber cuál es su capacidad tecnológica real para tener mayores aspiraciones nucleares”. El artefacto detonado alcanzó, según el Ministerio de Defensa de Corea del Sur, una potencia de hasta 6 y 7 kilotones. Por lo tanto, su capacidad ofensiva queda todavía lejos de los 12 y 20 kilotones de las bombas que se lanzaron en Hiroshima y Nagasaki en 1945, o incluso de la que se hizo estallar en 1961 por la Unión Soviética, que alcanzó los 50 kilotones. En cuanto a la fuerza sísmica, Seúl confirmó que se había registrado un temblor de 5 grados en la escala Richter.
Así, lo que es evidente es que Corea del
Norte ha conseguido multiplicar su capacidad nuclear desde 2006, año en
el Kim Jong-il, padre del actual líder, hizo explotar su primera bomba
nuclear con una fuerza explosiva de entre 1 y 2 kilotones. Tres años más
tarde, se estimó que la potencia de la explosión que se llevó a cabo en
2009 estuvo entre los 2 y 6 kilotones. Ambas fueron detonadas con
plutonio, algo que, según Sapag, no justifica las sospechas de que
definitivamente se esté trabajando con uranio enriquecido: “No hay
certeza de que Corea del Norte haya conseguido aumentar su capacidad en
enriquecimiento de uranio o plutonio, y mucho menos de que tenga
capacidad para desarrollar una ojiva nuclear en condiciones para atacar a
sus enemigos. Hay sospechas pero no existe confirmación definitiva de
que se esté trabajando con uranio. La única evidencia puede estar en la
emisión de radiación, que, según detalló Seúl, no se ha detectado”.
Reacción internacional a la prueba
Si hay algo que ha suscitado este nuevo
ensayo nuclear es la unanimidad de las grandes potencias al condenar
este ataque. Sin embargo, todas las miradas apuntan a la respuesta de
Pekín, que apostó por el discurso moderado que toma siempre que existe
algún tipo de polémica con su histórico aliado. Así, el gobierno chino
se afirmó en su postura de estar “a favor de la no nuclearización de la
península de Corea”, a la vez que Hong Lei, portavoz del ministro de
exteriores, invitó tanto a Pyongyang como a Seúl a “no realizar acciones
que puedan empeorar la situación en la península coreana”. Este papel
adoptado por China responde, según el profesor Sapag a una estrategia
definida en la que Pekín trabaja porque “se practica una especie de
pugna indirecta con Estados Unidos, y le interesa tener cerca una fuerza
próxima y escurridiza que consiga irritar a Washington”. Por otra
parte, añade que a China “no le interesa enemistarse del todo con Kim
Jong-un porque éste pasaría a relacionarse con el Sur. Pekín busca un
equilibrio porque no le interesa que Pyongyang cambie de la noche a la
mañana y pase a ser un estado lejos de su tutela. Todo esto explica la
forma en que se responde a los ensayos nucleares realizados por el
régimen comunista”.
Por su parte, Washington, como viene
siendo costumbre, ha sido el más crítico con el comportamiento de
Pyongyang. Así, en palabras de León Panetta, secretario de Defensa de
EEUU “lo que ha estado haciendo Corea del Norte en estas últimas
semanas, primero con el lanzamiento del cohete y ahora una prueba
nuclear, representa una seria amenaza para nosotros y debemos estar
preparados para lidiar con ello en el futuro”. La administración
americana se ha erguido, desde hace muchos años, como el principal
aliado de Seúl en la zona, donde posee una fuerza militar desplegada en
Corea del Sur de más de 28.000 soldados. Desde la administración Bush,
que integró a Pyongyang en el abanico de países considerados como el
nuevo “eje del mal”, se ha trabajado por tratar de sancionar a Corea del
Norte a través del embargo internacional y de las sanciones económicas,
aunque a tenor de lo sucedido, no parece que Pyongyang tenga problemas
para mantener a flote su hermético régimen.
En cuanto al complicado papel que tiene
Corea del Sur, su gobierno informó, nada más conocerse el ataque, sobre
la puesta en marcha de maniobras militares en la zona fronteriza en la
que participarán tanto el Ejército, como la Fuerza Aérea y la Marina del
país. Seúl también anunció que seguirá desarrollando un nuevo misil
balístico con capacidad de llegar hasta un radio de 800 kilómetros, por
lo que podría atacar sin problemas cualquier territorio norcoreano. Por
su parte, la nueva presidenta de Corea del Sur, Park Geun hye también
condenó el acto de su vecino al que tildó como “un desafío directo a la
comunidad internacional y una amenaza imperdonable a la paz y seguridad
de la península coreana y del Noreste de Asia”.
Fuente: http://www.defensa.com
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