La última oportunidad de Irán.


Los países miembros de la fórmula conocida como P5+1 (Estados Unidos, Francia, Rusia, China, Gran Bretaña y Alemania ) se reunían junto al representante de Irán en un último intento de relanzar los esfuerzos diplomáticos para mediar en el clima de tensión creciente. Definida como "la última oportunidad" por el mismo presidente americano, Barack Obama, el diálogo representa la nueva tentativa con la que Occidente quiere rebajar el malestar general alrededor de las ambiciones iraníes.

La reunión simboliza un giro tras el fracaso de las últimas negociaciones emprendidas por el mismo grupo en enero de 2011 y es sólo un precedente al segundo y concluyente encuentro que tendrá lugar el próximo 23 de mayo en Bagdad. Por el momento se ha mantenido un diálogo distendido por ambas partes, intentando rebajar tensiones de cara a la siguiente cumbre en donde realmente se deberán abordar los niveles de enriquecimiento de uranio del país persa. La planta iraní de Fordow sigue siendo uno de los principales puntos de intranquilidad internacional. Los recientes informes de la OEIA en donde se confirmarba que el país ha iniciado su programa de enriquecimiento de uranio del 20% no confieren un clima de alivio a las contrapartes implicadas.

Después de años de desacuerdos en donde ambas partes han perdido la oportunidad de negociar exigencias reales, el propósito de llegar a un fin alcanzable para todos los participantes se distancia en la actualidad cada vez más de niveles anteriormente aceptables. Si en 2009 Irán podría haber llegado a mostrarse dispuesta a recibir combusitble del exterior para fines pacíficos a cambio de parar sus niveles de enriquecimiento de uranio, hoy en día no va a aceptar un paro de su programa sin pedir condiciones a cambio. Los dos principales objetivos del P5+1: el cierre de las polémicas instalaciones de Fordow así como el paro del enriquecimiento de uranio a alto grado parecen en la actual coyuntura díficiles de concebir. 

El programa de enriquecimiento de uranio se ha convertido en un símbolo para el orgullo nacional iraní. Por otro lado, los miembros del P5+1 parecen ser conscientes de la gravedad del momento y el punto de no retorno en el que se encuentran. Las severas sanciones internacionales que amenazan cada vez más a Teherán y su estancada economía juegan a su favor. No obstante, la efectividad final de las amonestaciones no parece aún estar demostrado. Sin un final claro, la obstinación iraní en mantener su programa nuclear no va a disminuir de una día para el otro a la vez que las amenazas bélicas iraníes de cerrar el estrecho de Ormuz son nueva realidad con la que Occidente deberá coexistir.

¿Hacia un enfrentamiento inevitable?
La inquietud por un posible enfrentamiento militar entre Irán e Israel es una de las constantes que rodean de manera omnipresente cualquier negociación. Los tambores de guerra sembrados tanto desde Israel como desde Irán hacen del contexto presente un momento histórico clave sin vuelta atrás. Las visiones geopolíticas de los dos países son a día de hoy diametralmente opuestas.

Por un lado, Israel mantiene su política de tolerancia cero a cualquier desarrollo de un programa nuclear iraní que pueda ser considerado como una amenaza existencial para su seguridad nacional. En este sentido, el país mantiene una línea de política exterior en el plano de la prevención de cualquier avance nuclear iraní en detrimento de cualquier futura maniobra de contención que pase por confrontar un Irán nuclear. La dureza de su diplomacia y su objetivo de prevención, difieren en el grado de dureza de su discurso exterior pero no distan del objetivo de disuasión que Estados Unidos o la comunidad internacional encarnada en el P5+1 quieren para Teherán. No obstante, la doctrina israelí articulada principalmente por su primer ministro, Benjamín Netanyahu, así como por su ministro de defensa, Ehud Barak, no se mantiene exenta de polémica. El gobierno israelí parece tener claro que en el actual momento de inestabilidad regional, un Irán con armamento nuclear no es un lujo que el país se pueda permitir. 

Las consecuencias pasarían por una disminución de su poder de disuasión regional, ya no sólo ante Irán sino también ante sus aliados Hizbulá y Hamás. Por otro lado, la oposición israelí encabezada por figuras mediáticas como el reciente electo líder del partido de la oposición Kadima, Shaul Mofaz, así como el propio Meir Dagaan, ex jefe del Mossad, parecen mucho más reticentes a usar un ataque preventivo como medida para frenar a Teherán. Los distintos líderes israelíes han abierto un debate nacional alrededor de si un ataque preventivo puede ser contraproducente para el país a la vez que posibles alternativas a la disuasión nuclear, entre ellas, una Zona Libre de Armas Nucleares, empiezan a ser planteadas. Por último, la visión iraní sobre la política nuclear a seguir parece haberse convertido en un campo de carácter casi monolítico. En este sentido, la victoria de los sectores conservadores en las recientes elecciones legislativas iraníes de marzo no plantea un nuevo panorama político. 

Si hay un punto donde tanto Ahmadineyad como el propio ayatolá Jamenei coinciden, éste es el de la política nuclear. Ante este contexto de confrontación creciente, la comunidad internacional debe ser consciente de la necesidad de actuar e intentar reanudar unas cruciales negociaciones diplomáticas. La posición israelí a día de hoy parece decidida a no permitir un Irán nuclear que no respete su existencia. Por otro lado, Irán tampoco va a rebajar su obstinación en renunciar a su programa a cambio de nada. En esta línea, un endurecimiento de las sanciones económicas apoyado con conversaciones persistentes que potencien una transferencia de uranio en unas condiciones y parámetros aceptables para las dos partes se presenta como lo última alternativa para evitar una colisión anunciada.

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