USA, una nueva estrategia para un escenario diferente.


La firma por el secretario de Defensa León Panetta, el pasado 5 de enero, de la nueva Guía Estratégica para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, de acuerdo con la directiva recibida del presidente Obama, parte de la necesidad incontestable de reducir el esfuerzo económico tras diez años de guerras costosísimas en Irak y Afganistán, pero también del hecho, no menos incontestable, de que la hegemonía militar norteamericana está asegurada hasta más allá de 2020, horizonte previsto por la Guía, pese a la estimada reducción de 450.000 millones de dólares en los presupuestos de defensa y de un diez a un quince por ciento de los efectivos de personal durante ese plazo.

Norteamérica, única potencia de carácter global
En efecto, ni la antigua rival, Rusia, ni las grandes potencias emergentes, como China, India o Brasil, tienen la posibilidad de alcanzar las capacidades militares de Estados Unidos a medio plazo. El gigantesco plan de rearme ruso tiene necesidad de tecnología extranjera -la compra a Francia de la licencia para construir cuatro portahelicópteros de la clase "Mistral" lo demuestra- y China no alcanzará una capacidad de proyección significativa de sus fuerzas armadas más allá del ámbito regional durante décadas.

La Guía parte, pues, de la convicción de que nadie tiene la capacidad de desafiar la supremacía militar norteamericana. Las últimas frases de la directiva presidencial son altamente significativas: "...en un mundo cambiante que demanda nuestro liderazgo, los Estados Unidos de América seguirán siendo la fuerza de libertad y seguridad más grande que el mundo ha conocido ". 

Sin embargo, es evidente en el documento la voluntad -y la necesidad también- que tiene Norteamérica de no cargar sola con el peso de la seguridad mundial, traducida en la constante apelación a la colaboración de aliados y socios, a la manifestación de la existencia de una asociación a largo plazo con la India -a la que reconoce el papel de "pivote económico regional y proveedor de seguridad en la región del Índico"-, a la exhortación a Rusia a cooperar en los grandes asuntos mundiales, a la consideración del papel crucial de la OTAN en la seguridad más allá de los confines transatlánticos, y a la confianza en sus tradicionales aliados asiáticos para mantener la estabilidad en la región Asia-Pacífico.

En su repaso a la situación geopolítica mundial, y más allá de las apelaciones a construir y fortalecer, en el ámbito de América y el Caribe, asociaciones fructíferas con los países que comparten con Occidente los ideales de democracia, libertad y defensa de los derechos humanos, la Guía evidencia que, aparte de las organizaciones terroristas como Al Qaeda y Hizbulá, citadas expresamente, la preocupación del Pentágono está actualmente orientada hacia China, Corea del Norte e Irán, por razones diferentes en cada uno de ellos.

China, una superpotencia alternativa
El Pentágono reconoce en el documento que la emergencia de China como poder regional "afecta a la economía y a la seguridad de Estados Unidos en muchos aspectos". Aunque los dos países comparten interés en construir relaciones bilaterales de cooperación, el crecimiento del poder militar chino debe ir acompañado, según la Guía, "de una mayor claridad en sus intenciones estratégicas, para evitar causas de fricción en la región". La reacción de Pekín no se ha hecho esperar: el 9 de enero, el ministerio de Defensa chino advirtió a Estados Unidos que fuera más cuidadoso en sus declaraciones y acciones, y que, por su parte, observaría con más detenimiento el ajuste estratégico USA en la región Asia-Pacífico y su impacto en el desarrollo de la seguridad global.

La fricción, pues, ya se ha producido, aunque los crecientes lazos económicos y financieros de China, no solo con Estados Unidos sino con el resto de Occidente, no permiten de momento pasar de los reproches. Por otra parte, el control chino sobre Corea del Norte y el peligro nuclear que representa son factores de estabilidad que favorecen también los intereses norteamericanos y los de Corea del Sur. No obstante, la rivalidad geopolítica está servida, y sus consecuencias se verán en el medio plazo, a medida que China expanda su ambición.

Irán, Israel y el estrecho de Ormuz
La actitud desafiante de Irán en relación con el desarrollo de su programa nuclear se ha ido debilitando al compás de las sanciones económicas y de la actitud de países que, como China e India, le han advertido que no tolerarán el cierre del estrecho de Ormuz y que no desean que Irán cuente con armas nucleares. El impacto de las sanciones en las finanzas de Irán es evidente: el país no cuenta con la suficiente liquidez en dólares; el sábado 21 de enero, un dólar se cambiaba a 22.000 riales, en comparación con los 12.000 que costaba en diciembre de 2011. El columnista David Ignatius se hace eco en el Washington Post de la visita de un desconocido emisario a Teherán para advertir de la contundente respuesta norteamericana en caso de cierre de Ormuz, ofreciendo al mismo tiempo negociaciones serias sobre el programa nuclear iraní y su desarrollo con fines pacíficos.

El general Dempsey, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, ha visitado Israel, dejando clara la indestructible alianza entre los dos países, pero, al mismo tiempo, lanzando un mensaje tranquilizador hacia Irán, corroborado por el ministro israelí de defensa, Ehud Barak, en el sentido de que un ataque a Irán no está en las previsiones. Lejos queda la amenaza lanzada por Teherán sobre el portaaviones "John Stennis", desplegado en el Golfo Pérsico en plena crisis, haciendo ver que quizá nunca regresaría a su base.

Mientras, el manto protector ruso sobre Assad no augura movimientos internacionales para desbloquear el conflicto sirio. Washington se ha limitado a pedir más protección para su embajada en Damasco, y a cerrarla en caso contrario. En esta cuestión, y en la del triunfo del islamismo en las elecciones surgidas de la Primavera Árabe, la incertidumbre está lejos de desaparecer.
 
Fuente: http://www.revistatenea.es

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