¿Recortes en defensa?.

En algún medio de comunicación ha sido filtrada la noticia de que se prepara un importante recorte en el Ministerio de Defensa después de las elecciones. El objetivo del recorte sería reducir la deuda con el Ministerio de Fomento, administración a la que se deben importantes sumas por los proyectos industriales que se han venido haciendo en las últimas décadas. Vaya por delante que no debemos huir de la crítica realidad en la que estamos y que el escenario actual implica necesariamente austeridad y por tanto reducción del gasto público, en aras de evitar caer en una abismal situación de impago que nos llevaría a un pozo oscuro del que difícilmente saldríamos todos los españoles. 

Vaya por delante también que las posturas sectoriales de otros colectivos cerrándose a cualquier ajuste están totalmente fuera de la realidad, por reclamar derechos y privilegios insostenibles en el momento actual, es decir por no ser conscientes de la delicada situación de la economía nacional.

No obstante lo anterior, cuando se recorta un presupuesto es imperativo saber las consecuencias que tiene. Todos estaríamos de acuerdo en eliminar los denominados gastos superfluos, pero éstos se esconden entre los necesarios y a menudo es más un problema de gestión correcta que de recorte de asignaciones. Lo que realmente sucede, es que desde la cima no se aprecian los detalles, sólo se leen los números y reducir los números es un acto sencillo, pero a la vez incierto y cuyas consecuencias pueden ser trascendentales. Antes de recortar las asignaciones sería deseable estudiar reformas estructurales o replantearse objetivos.

El Ministerio de Defensa inició un plan de ajuste en 2010 con reducción de algunas partidas. Esa reducción afectó especialmente a la actividad y al mantenimiento pero no se recortó ningún efectivo real, es decir no se disminuyó la plantilla ni tampoco las instalaciones, infraestructuras o materiales en uso. Es decir se optó por reducir aquello más fácilmente recuperable cuando la época de crisis pase y vuelvan "las vacas gordas", evitando daños difícilmente subsanables en años. Ahora los rumores van en otro sentido.

Las Fuerzas Armadas ya han sido damnificadas en otras ocasiones con motivo de la falta de recursos económicos. En la crisis de 1993 se sufrieron recortes importantes que se arrastraron varios ejercicios. La misma profesionalización se hizo sin grandes aumentos por lo que fueron necesarios recortes en otro tipo de gastos para poder afrontar el coste de miles de nóminas nuevas. Los Ejércitos siempre han suplido sus carencias con espíritu de sacrificio y disciplina, y además con ingenio, imaginación y hasta sentido del humor. Han constituido ejemplo de austeridad para toda la sociedad española, ejemplo de sacrificio patriótico. No en vano las Fuerzas Armadas han experimentado una reducción de efectivos continua desde hace treinta años, tendencia que había empezado a cambiar lentamente. A diferencia de los cuerpos funcionariales que no paran de engordar, los Ejércitos han ido perdiendo peso acompañando la reducción con una optimización y racionalización de los recursos humanos ejemplar para otras administraciones. 

También las Fuerzas Armadas llevan muchos años desafectando inmuebles, vendiendo propiedades, desalojando instalaciones, en muchos casos con un escaso beneficio para la Defensa en detrimento de otras prestaciones. Incluso hay tristes ejemplos de lo que ha sucedido con instalaciones en buenas condiciones de uso que han sido cedidas a otras administraciones poco diligentes que las han sumido en un absoluto abandono. Véase por ejemplo qué ha sido de la antigua Escuela de Transmisiones de la Armada en Vigo, o de la de Artillería Naval en San Fernando. Si ahora se opta por pasar la tijera al alumno más aplicado, se estará dando un mal ejemplo al resto de las administraciones, castigando al que mejor había hecho los deberes, mientras se premia al alumno derrochador y despilfarrador.

En ninguna de las reducciones que se han hecho en Defensa se han limitado los compromisos internacionales, lo que se traduce en un nivel de exigencia similar o mayor con menos recursos. Esto implica mayores sacrificios para nuestro material sometido a un tremendo desgaste y también para nuestro reducido personal, con una presencia exterior cada vez mayor. Si se opta por reducir las instalaciones y los efectivos humanos sin limitar la actividad exterior, el esfuerzo será aún mayor pudiendo llegar al límite de los sostenible. Reducir la actividad en adiestramiento, en enseñanza de perfeccionamiento o en mantenimiento de instalaciones puede sostenerse algún tiempo pero a medio plazo tendrá serias consecuencias en la operatividad. Una buena medida, en cambio, podría ser derogar la ley de carrera militar que establece los cursos de integración de escalas, los sistemas de enseñanza, y un régimen de ascensos muy costosos y que además son ineficaces.

Reducir los recursos asignados a la Fuerza o al Apoyo a la Fuerza implicaría forzosamente perder capacidades, y una capacidad perdida puede ser irrecuperable en la práctica. Por la actual composición y medios disponibles, nuestras Fuerzas Armadas cuentan con los recursos justos para mantener las capacidades operativas mínimas de acuerdo con nuestros objetivos actuales y nuestros compromisos. Para entendernos, si en una localidad existen tres centros de salud y cerramos uno, los otros dos se masificarán y la calidad de la asistencia mermará. Pero si sólo disponemos de un centro y lo cerramos será imposible dar asistencia ninguna.
También debe tenerse en cuenta que las Fuerzas Armadas están empleando valiosísimos recursos, tanto de personal como de material, en misiones que corresponden realmente a otras administraciones. El ejemplo más evidente es la UME que es sostenida por Defensa pero sus misiones son exclusivamente civiles.

Por otro lado, los gastos más elevados que sufre la Defensa, y que ahora suponen una importante deuda, son las costosas adquisiciones de material, partidas elevadas invertidas en proyectos industriales de los que se ha beneficiado la industria española fomentando la I+D+i y manteniendo miles de puestos de trabajo en empresas como Navantia o Indra. 

Con frecuencia, los costes de estos proyectos se acaban inflando enormemente por razones ajenas a la Defensa. Una vez más se estaría castigando a quien hace correctamente sus deberes. En conclusión podemos decir que si bien la reducción del gasto público se hace imprescindible, hay que conocer bien el funcionamiento interno de cada administración para saber dónde recortar y sobre todo cómo gestionar mejor los recursos. No se debe recortar a quien mejor gestiona, porque ése precisamente no puede reducir más sin dañar gravemente los objetivos y prestaciones a los que sirve y porque además se premiaría el despilfarro, lo que a larga repercutiría en un mayor derroche del gasto público.

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